El cambio climático no discrimina, y si los humanos no toman medidas, tampoco se ralentizará. En los últimos años, Italia ha comprobado lo perjudiciales que pueden ser los efectos del cambio climático, con inundaciones que diezmaron la región de Emilia-Romaña e incendios forestales que causaron estragos en todo el país.
Cuando llegué a la AEF, no tardé en darme cuenta de su dedicación tanto a la lucha como a la concienciación sobre este creciente problema. La AEF parece centrarse en un enfoque holístico, animando a todos los que están en el edificio a hacer las pequeñas cosas que pueden crear hábitos con grandes repercusiones. En casi todos los rincones de la academia hay carteles que recuerdan apagar las luces, reducir el consumo de agua o utilizar las escaleras en vez del ascensor.
Sin embargo, también hay recordatorios de cuestiones más importantes, como las afirmaciones de la academia que aparecen en todos los pasillos del palacio, todas encabezadas por su compromiso de adoptar medidas más amplias contra el cambio climático. Una estrategia clave en este sentido es el curso de Carbon Literacy,, en el que se educa a todos los que acuden a la AEF desde todo el mundo.
He tenido la suerte de participar en la última edición de este curso, en el que he asistido a una serie de sesiones cuyo objetivo era educar a través de diversas técnicas.
En primer lugar, el curso puso de relieve las ideas preconcebidas y los hábitos positivos/negativos en torno al cambio climático de todos los estudiantes y nacionalidades presentes. La siguiente sesión se centró en informarnos sobre los aspectos científicos de la cuestión, explicando qué, por qué y cómo podrían evolucionar las cosas para peor o para mejor. De este modo, como grupo, pudimos comprender mejor y colaborar para actuar, animar a otros a hacerlo y llevar adelante nuestro aprendizaje.
La respuesta fue fascinante, en particular ver cómo las mentalidades en torno al cambio climático diferían tan drásticamente de un país a otro al principio, pero se unieron en una actitud unificada al final. Al finalizar el curso, cada participante tuvo que poner por escrito sus planes de futuro para combatir los diversos problemas que se planteaban, un práctico recordatorio final para todos de lo que habían aprendido.
La AEF se ha propuesto además dejar un recuerdo físico de todos los que trabajan o estudian en la academia, a través de su iniciativa de plantar un árbol por cada estudiante extranjero que reciba de una de sus principales instituciones asociadas, la Universidad de Elon (EE.UU.), y de otros países.
Esto encaja con otra de las misiones más amplias de la AEF, devolver algo a la comunidad que les rodea en Florencia, pero también tiene un impacto mutuamente beneficioso para los estudiantes. No solo crea una nueva área verde muy necesaria en la ciudad, sino que también deja un vínculo físico con cada estudiante que estudia aquí, algo a lo que pueden volver como recuerdo de su experiencia en los años por venir.
Eso sí el cambio climático se controla en los próximos años, pero dado que la AEF recibe cada año 400 estudiantes de todo el mundo, si esta iniciativa sigue funcionando, no pasará mucho tiempo antes de que pueda existir un bosque de la AEF.
Ambos ejemplos demuestran el objetivo de la AEF de encajar en la campaña más amplia de la ciudad: “Florencia está viva. Trátala con cuidado”, que pretende que cada visitante de esta histórica ciudad deje su entorno sano y limpio.
En general, el mensaje de cuidar el medio ambiente y actuar contra el cambio climático ha estado presente en casi todos los días de mi experiencia en la AEF. Tanto explícitamente por sus grandes iniciativas como implícitamente por esos pequeños recordatorios, me ha dado algunas lecciones que sin duda llevaré conmigo en el futuro.